¿Cuentan las apariencias?
Vean este EXPERIMENTO SOCIAL:
¿Y tú...? ¿Te dejas influenciar por las apariencias?
En las próximas elecciones... ¿Votarás utilizando
la razón o la “pasión” ¿
Ya lo decía
Maquiavelo: “Los hombres, por lo general, juzgamos más por las apariencias que
por la realidad”
En mis seminarios
sobre Inteligencia Emocional siempre insisto en que nuestras decisiones dependen
en más del 80 % a las emociones, lo que nos deja tan sólo del 10 % al 20 % a la
razón, a los aspectos racionales de la información que percibimos.
Como está de moda
la cuestión electoral (debido a las próximas elecciones europeas), voy a
relacionar mi artículo con este hecho.
Cuando afrontamos
un proceso electoral cualesquiera, se supone que los votantes somos personas
racionales, y que elegiremos a nuestros candidatos dependiendo de la
información racional que obtengamos y analicemos con el fin de que nos proporcionen
un futuro mejor y unas políticas (sociales, económicas, bienestar, etc.)
razonables. De ahí los programas electorales (que muy pocos leen).
Ahora bien, todo
esto (nuestro análisis racional) está inmerso en nuestro cerebro, junto con una
gran cantidad de “imputs” e informaciones que recibimos por los medios de
comunicación habituales, del tipo económico, social, moral, religioso,
internacional, etc., y es tanta la información que recibimos a través de estos
medios de comunicación y de masas que nos resulta bastante complicado realizar
un análisis, real, detallado y personal para cada candidato.
Por otro lado, entra
en juego nuestro subconsciente, y la psicología nos dice que cuando nos
enfrentamos ante tanta información recibida, las personas solemos realizar un
proceso de simplificación utilizando lo que llamamos “atajos mentales” para
tomar nuestras decisiones.
Estos “atajos”
suelen estar muy relacionados con diferentes aspectos como nuestra cultura,
nuestra cercanía ideológica con este o aquel partido, con las señales no
verbales (gestuales y paraverbales) que recibimos de los candidatos, etc. Es
decir, con los condicionamientos emocionales que nos producen los diferentes
candidatos y la forma en que nos llega el mensaje (según la programación
neurolingüística), lo carismático que pueda ser, etc.
Todo esto generará
mayor o menor simpatía de los votantes hacia uno u otro político.
Por tanto, y
centrándonos en nuestro lenguaje no verbal, si somos conscientes de que la
mayor información que recibimos (93%) suele ser de nuestro lenguaje no verbal y
además este está muy en relación con nuestra forma de expresarnos tanto con la
PNL como con nuestro lenguaje gestual y paraverbal, los políticos deben ser
conscientes del “entrenamiento” que deberían realizar para poder dominar estas
habilidades de comunicación y poder llevar su mensaje e influencia al mayor
número posible de votantes.
Igual de
importantes son las informaciones (no verbales) que recibimos a través de los
medios de masas, donde diversos estudios indican que influye en gran medida la
expresión facial positiva de un locutor o entrevistador para un determinado
candidato que para otro donde sea más hostil.
También dichos
estudios indican que esta influencia en los votantes suele ser mayor en
aquellas personas con menor coeficiente intelectual y que son grandes
consumidores de televisión (donde el lenguaje gestual transmite un 38% de la
información). Por tanto se suele juzgar la personalidad, la competencia e
inteligencia de los candidatos según su expresión facial. Y por tanto de esto
depende, en gran medida su éxito electoral.
En este sentido,
debemos tener mucho cuidado como expresamos nuestras emociones. Nuestra
expresión facial suele ser el resultado de nuestra gestión y estado emocional,
y por tanto corremos el riesgo de que se nos juzgue por esa percepción que
recibe la otra persona de nuestra expresión emocional circunstancial a través
de nuestro rostro.
Nuestra elección de uno u otro
candidato tendrá mucho que ver con ese nivel de competente con el que lo
consideremos para ser capaz de dirigir nuestro País durante los próximos años,
y esta percepción de nivel de competencia lo adquiriremos según la información
objetiva y racional analizada o bien en función de la apariencia y sensaciones
que nos transmitan en mayor medida y donde se tiene menor control por parte del
individuo o candidato y de la persona que así lo perciba. Aquí y en la mayoría
de casos, es nuestro subconsciente quien interviene.
La confiabilidad es otro factor que
atañe mucho a nuestras decisiones. Ahora bien, una pérdida de confianza suele
producirse de una manera mucho más intensa en cualquiera de nuestras relaciones
personales que en nuestras relaciones “políticas”. Aquí suele predominar el
sentimiento de idealismo, de “enamoramiento” adolescente, donde no se perciben
ni se tienen en cuenta los déficits, los errores, el incumplimiento de promesas
ni la incompetencia del candidato o de los elegidos por él. Se suele justificar
prácticamente todo, se perdona y se vuelve a utilizar el “sentimiento”, las
emociones para volver a darle nuestra confianza. Se les dota de “competencia” y
se achacan sus errores a las circunstancias o al adversario. (Como yo diría en
“Desarrollo de habilidades”, se encuentran en la etapa de dependencia: “Tú eres
el responsable de lo que a mí me sucede, de que no consiga mis propósitos.”)
Por tanto, podemos decir que “la
primera impresión cuenta”, la regla 4 por 20: primeros 20 segundos, primeros 20
pasos, primeros 20 palabras, primeros 20 gestos; funciona. Y sólo tenemos una
oportunidad para causar una buena primera impresión. Y estas impresiones que
causamos basadas en nuestra apariencia son bastante influyentes y ocurren de
forma instantánea, muy rápido.
Y esto lo podemos
aplicar a los posibles votantes, sobre todo quienes posean un bajo nivel de
información objetiva sobre el candidato en sí.
Aunque en Ciencias
Políticas se asuma que las decisiones de los votantes son el resultado de
procesos de análisis racional, en mi opinión, también las decisiones
electorales tienen mucho que ver con nuestro límbico y nuestras emociones.
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