Estas creencias o convicciones condicionarán nuestra actitud, haciendo aflorar excusas ante los nuevos retos, minando nuestra autoestima, capacidades y habilidades personales. Situación que hará minusvalorarnos como persona y hacernos sentir que la mejor manera de no fracasar es no intentarlo: “Esto es así y no se puede cambiar porque siempre ha sido así”. ¡Cuántas veces somos conscientes de que algo se puede mejorar, de que se puede hacer más!, pero la mejor opción es la “quietud” porque nuestra actitud luchadora por nuestras creencias está, fue, limitada hace mucho tiempo.
Muchas veces, la “mejor actitud” que adoptamos es la de conformarse (desacertada en mi opinión). Ahora bien, ¿Se trata de conformarse o de resignarse?. Conformarse nos aporta cierto estado de alegría, pero la resignación (muy cerca de la frustración) nos cuesta mucho tolerar, pero sin embargo y gracias a esa convicción limitadora con la que nos “programaron” seremos capaces de afrontarlo con “honor”. Hasta se hace de ello una cuestión de legado cultural: “Hemos venido a este mundo a sufrir”, “Ganarás el pan con el sudor de tu frente”, “El Cielo se gana con sufrimiento”, “Esto es un valle de lágrimas”, “Hijo mío, igual de borracho que tu padre”, etc. Te convenció, tu madre (o padre) te convenció de que vienes a este mundo a sufrir. El sufrimiento es un legado antropológico. Maquiavelo decía, “si queréis corromper a una Nación, corromped a sus mujeres porque les pueden dar las peores convicciones a sus hijos”. Ojo, pensemos que existen convicciones capacitadoras y convicciones discapacitadotas. Las convicciones discapacitadotas o limitadoras son las que nos hacen “inválidos” para el resto de nuestros días.
La felicidad es un acto creativo, pero cuando estás dominado por convicciones o creencias limitantes, sucede que en tu actitud falta la pasión, la ilusión, la alegría, las ganas de vivir, la búsqueda de la excelencia, de la calidad, etc. Sucederá que veremos estas actitudes como una obligación (hay que sufrir) y no como una decisión personal (Se nos transmite la idea “Si ríes no trabajas”). Para conseguir “triunfar” debes cambiar tu actitud, la costumbre, los hábitos. Consideramos el “éxito, el triunfo” como conseguir lo que tú quieres, lo que tú desees lograr en la vida.
La interpretación de un hecho externo es el que genera tus pensamientos y éste tus emociones (positivas o negativas), no permitas pensamientos negativos, cámbialos a pensamientos positivos, sustituye el “NO puedo” por el “SI puedo”. Tu pensamiento positivo generará tus nuevos hábitos y tu nueva actitud. Piensa e imagínate que consigues el éxito en lo que quieras hacer, actúa en vez de quedarte quieto, lucha por lo que desees, aprende a ser más perseverante, más paciente. Busca tus “talentos” y trabájalos, sé disciplinado, no pierdas el tiempo en lo que no puedes controlar, mira lo que si puedes hacer y hazlo, rodéate de personas positivas, a quienes les gusten los retos y verás como tus creencias limitantes y convicciones discapacitadotas tenderán a desaparecer.
¡¡Desaprende!!
genial, Emilio!. Hace poco leí un libro de Osho en la que hablaba de la equivocada educación que se le da muchas veces los hijos. Y hace referencia precisamente a limitarlos, a prohibirles sin más, a no dejar que sean ellos mismos, a no dejar que aprendan equivocándose, en definitiva, a no ser libres, sino a seguir un modelo, a ser iguales a los demás en nuestra sociedad, para ser mejor aceptado por ella, a ser un muñeco más o un robot más. Así se pierde la esencia verdadera de la persona y la libertad
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