¿Estás “quemado”?
¿Estás “quemado” en tu
trabajo, en tu hogar, en tu vida...? ¡Atrévete a hacer lo que quieras!
El
“Burnout” o síndrome de “estar quemado” fue descrito por el Doctor Herbert Freudenberger
en 1974 como: “Una pérdida progresiva del idealismo, energía y motivos vividos
por la gente en las profesiones de ayuda, como resultado de las condiciones del
trabajo”.
Hoy
en día utilizamos este término para referirnos al desgaste profesional que
sufren los trabajadores, debido a unas condiciones de trabajo que presentan
unas fuertes demandas sociales. Y también para referirnos al desgaste personal
que sufrimos las personas en todas nuestras relaciones personales cotidianas de
familia, amigos, etc.
Este
síndrome consiste, en general, en un estado de decaimiento físico, mental y
emocional, cuyos síntomas más habituales se manifiestan en tres ámbitos:
- Mental o Cognitivo. Sentimientos de desamparo, fracaso e impotencia, baja autoestima, inquietud y dificultad para la concentración, comportamientos agresivos hacia clientes, compañeros, amigos y familia.
- Físicas. Cansancio, dolores de articulares y cefaleas, trastornos del sueño, alteraciones gastrointestinales, taquicardias.
- Conductuales. Consumo elevado de café, alcohol, fármacos y drogas ilegales, absentismo laboral, bajo rendimiento personal, conflictos interpersonales en el trabajo y en el ambiente familiar.
Es importante reconocer cuando el burnout se desarrolla por nuestra propia percepción de la realidad o la actitud que adoptamos frente al trabajo o la vida. Por ello, muchas soluciones preventivas para no “quemarse” pasan por cambiar nuestra manera de pensar y actuar o mejor dicho, nuestra manera de interpretar los hechos que nos generan nuestras emociones.
En mucha ocasiones habremos oído pronunciar la frase
“tu único defecto es que eres un perfeccionista”. Esta frase no está muy lejos
de la realidad. Si mantenemos un nivel alto de exigencia respecto a nosotros
mismos, aumentamos la velocidad a la que nos quemamos por el trabajo y por el
desarrollo de nuestra vida cotidiana, y exigiremos el mismo nivel de perfección
a nuestros colaboradores o familiares y amigos que nos rodean y por tanto
sufriendo constantes decepciones (ya que en la gran mayoría de los casos no
tendrán nuestros estándares).
El burnout se puede solucionar de la forma más básica posible, esto es sencillamente cambiar de trabajo, de pareja, de vida, etc. Puede que no sea la solución más adecuada, pero si la sensación de estar quemado llega a altos extremos (en los que también pueda afectar a otras personas), es probable que lo que necesites sea cambiar de aires.
Ahora
bien, antes de dar un paso tan importante es necesario hacer una evaluación exhaustiva. Lo
primero es enumerar las causas que nos empujan a abandonar nuestra vida actual
o empleo. Es posible que antes no le diéramos tanta importancia a algunas cosas
y que hayamos variado nuestro baremo. Por ello es importante saber qué es lo que echamos de menos y qué es a lo
que damos preferencia.
En
el caso concreto del empleo, debemos plantearnos si nuestra formación,
experiencia y preparación nos permite optar a un nuevo empleo que supla las
carencias que sufrimos en nuestro empleo actual. Es importante partir de una base realista a la hora de superar el
burnout al buscar un nuevo empleo, ya que debemos asegurarnos que
nuestras decisiones no las basamos en falsas impresiones, y por tanto,
nuevamente acabaremos quemados en cualquier otro empleo al que accedamos en el
futuro.
El
principal desencadenante del burnout consiste en poseer unas expectativas que no se corresponden a la
realidad de nuestro entorno, nuestra vida o nuestro trabajo. Es
interesante valorar si es el puesto laboral lo que origina nuestra desazón,
nuestra pareja, nuestro entorno, nuestra actividad diaria, etc. Si el síndrome
de “estar quemado” lo hemos desarrollado por el choque de nuestras expectativas
con el de la realidad general de nuestra vida, pareja o profesión, debemos
pensar en un cambio más profundo y de raíz, ya que cambiar de empleo, de pareja o de lugar y seguir en
la misma línea de pensamiento, interpretación o bien en la misma profesión
puede no dar los resultados satisfactorios que buscamos. Y en
unos meses (o años) estemos viviendo un nuevo proceso de burnout.
Es una decisión arriesgada y, por tanto, debe
valorarse bien. De todos modos, mucha gente abandona esta posibilidad al
superar cierta edad por miedo a abandonar la “zona de confort” y tras ponderar
lo positivo con lo negativo, valoran más la comodidad y la inmovilidad que le
supone seguir con sus rutinas, e interiorizar el burnout como algo intrínseco a
su personalidad y totalmente inevitable. Es decir, se convencen a sí mismos de
que no es posible ser feliz y que, tal y como nos programaron y modelaron desde
“pequeñitos”, “venimos a esta vida a
sufrir”.
Jefes, si tenéis colaboradores que
están “amargados”, “quejosos”, “apáticos”, etc., despedidlos¡¡¡¡ Les arregláis
la vida.
¡Desaprende!